sábado, 23 de mayo de 2015

Roma, una ciudad para niños andarines

Ir a Roma con niños es saber que deben estar dispuestos a aguantar colas, caminatas con un calor húmedo como telón de fondo, empujones en el metro y una dosis de arte fuera de lo común. ¿Merece la pena? Por supuesto que sí. Y así lo vamos a transmitir.
Cuatro días en Roma dan para mucho, o dan para poco —según se mire— porque esta ciudad tiene infinitos encantos que van más allá del Coliseo o del Vaticano.

El vuelo a Roma desde Málaga dura dos horas y media. Se pueden encontrar buenas ofertas con Ryanair o Vueling con horarios aceptables para poder aprovechar la escapada.

La oferta de alojamiento en la Ciudad Eterna es muy extensa, adaptada a todos los gustos y bolsillos. Desde hace ya algún tiempo, nuestro modo favorito de hospedaje son los apartamentos porque te ofrecen libertad horaria y de movimiento, puedes preparar comidas adaptadas a los pequeños y dispones de espacio suficiente para que entren cuatro personas y puedan sentirse prácticamente como en casa. En esta ocasión nos alojamos en un apartamento situado a pocos metros de la Plaza de San Pedro (un lugar privilegiado) y de la plaza del Risorgimento, lugar ideal para coger el autobús (el 81) o el tranvía para moverte por la ciudad. La estación de metro más cercana es Ottaviano que te conecta con Termini y con cualquier otro punto de la urbe.

DÍA 1. Vuelo y visita exprés
Nuestro vuelo tenía la llegada al aeropuerto de Ciampino, el más pequeño de Roma. Está situado a unos 15 km. del centro y está conectado con la ciudad por trasporte público (autobús y tren) aunque nosotros preferimos coger un taxi que nos dejase con las maletas en la puerta del apartamento. Empezamos comentando que esta es la ciudad de las colas y lo de coger taxi, no iba a ser una excepción. Tuvimos que esperar unos treinta minutos hasta que llegó nuestro turno —este tipo de cosas choca tratándose de uno de los puntos más turísticos del mundo—. La carrera cuesta alrededor de unos 30€ y debes asegurarte de lo que te van a cobrar porque hay taxistas que se aprovechan de los turistas.

Para visitar la ciudad tienes la opción de hacerte con unas tarjetas turísticas que se llaman Roma Pass pero debes calibrar el número de visitas que vas a hacer (especialmente, a los museos) para que te salga rentable. Cuesta 36€ para tres días e incluye el uso de cualquier transporte público y la entrada a muchos museos y monumentos. Para niños menores de 6 años es gratis. Nosotros decidimos no comprarla puesto que los Museos Vaticanos (los más caros) los llevábamos reservados con antelación y además, no entran en la tarjeta turística.

Este día teníamos solamente la tarde para poder disfrutar y ubicarnos en la ciudad. Tras dejar las maletas, nos encaminamos a la parada de metro y de allí, nos dirigimos al centro. Decidimos bajarnos en la Plaza de España, tomar la calle Balbuino y llegar hasta la Piazza del Popolo. Por el camino decidimos degustar uno de los grandes placeres italianos, los helados. Mientras nos los comíamos, las grandes firmas de moda pasaban por los escaparates a nuestro lado. Las terrazas de la plaza estaban repletas de gente y pudimos ver las iglesias gemelas que circundan este espacio elíptico. Son dos templos barrocos que se encuentran enfrentados a otro gran conjunto arquitectónico, la Porta del Popolo y la Basílica de Santa María del Popolo, visitada por las huellas que Bramante, Rafael y Bernini dejaron en el edificio. También se halla en el interior La crucifixión de San Pedro, un imponente cuadro de Caravaggio.


Tras encaminarnos por la Vía del Corso y callejear un poco, llegamos hasta otro de los monumentos más importantes de la ciudad: El Panteón de Agripa. Pudimos entrar y contemplar el impresionante óculo y la cúpula. Lo dicho, impresionante. En su interior se encuentran los restos de Rafael y del rey Víctor Manuel II.
La cantidad de gente en las calles era un poco agobiante. Abundaban los paquistaníes vendiendo palos de selfie, los africanos con falsificaciones de bolsos y otras personas que te ofrecían los más insospechados objetos por la calle. La Piazza Navona y sus espectaculares fuentes nos hicieron olvidar la muchedumbre. Destacan las esculturas dedicadas a los dioses de los ríos.
La verdad es que aprovechamos bien la tarde, mejor de lo esperado. Estaba anocheciendo y decidimos volver al apartamento y descansar porque había sido un día ajetreado y agotador. Pero, ¿quién se resistía a no asomarse a la Plaza de San Pedro cayendo el sol y estando al lado? Las vistas de la Basílica y las columnas de la plaza fueron lo último que pudimos retener en nuestras pupilas antes de retirarnos a cenar y descansar.

DÍA 2. Museos Vaticanos y variedades
Antes hablábamos de colas. Las peores, con diferencia, son las de los Museos Vaticanos. Como nos habíamos informado previamente, compramos los tickets por Internet y nos ahorramos el esperar entre ese río de gente. Por adquirirlas anticipadamente, debes pagar un suplemento de 4€ por persona, algo que compensa en tiempo y energía. Los niños no pagan.
Hay multitud de empresas y guías que te ofrecen ser conducidos por el interior. Nosotros preferimos ir por nuestra cuenta puesto que ya sabíamos lo que queríamos ver. De todas formas, hay que tener en cuenta que la visita a estos museos supone destinar la mañana o la tarde a ellos en exclusiva. El tiempo para verlos oscila entre las cuatro o las cinco horas.


En este punto me debo detener para darle la enhorabuena a mis niños. Con sus cinco y tres años de edad, se portaron como auténticos jabatos, acompañándonos en todo momento y siguiendo nuestras indicaciones. ¿Quién dice que los niños no pueden ir a los museos? Pienso que el truco está en implicarlos en la visita, en enseñarles cosas que les puedan llamar la atención y en ir a su ritmo.

Los Museos Vaticanos son una auténtica maravilla. El Patio de la Piña, la Galería de los Mapas y su bóveda, las colecciones romanas, egipcias y griegas, la Estancia de Rafael con sus inigualables frescos, la Galería de los Tapices, el museo etrusco,… podríamos seguir pero todo se define en una palabra: excepcional.  Es un éxtasis para los que nos gusta el arte contemplar en el mismo sitio obras como el Laocoonte y sus hijos, el fresco La Escuela de Atenas de Rafael, la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, cuadros de Leonardo da Vinci, de Caravaggio, de Dalí, de Matisse... y otro largo etcétera. Y todo esto, lo repito, con niños pequeños.

Tras hacer una pequeña parada en la cafetería del museo, nos fuimos a almorzar al apartamento. Estamos justo al lado y decidimos comer y dejar que los niños durmieran una siesta.

Mientras los niños descansaban hicimos los planes para la tarde. Una ruta andando que nos llevase a lugares próximos.

Empezamos por la visita al interior de la Basílica de San Pedro. Otra vez a aguantar colas. Menos mal que iba rápido y en poco más de quince minutos entramos al templo. Habían unas canonizaciones al día siguiente por lo que estaban restringidas ciertas zonas y la multitud hacía que tampoco se disfrutase como se debía de la visita. Como ya la habíamos visto en anteriores viajes, sólo nos dimos una vuelta y salimos al exterior. A los pequeños les llama mucho la atención la Guardia Suiza con sus uniformes multicolores.

Sin prisa pero sin pausa, nos dirigimos hacia el Castel de Sant’Angelo y al puente del mismo nombre. Hay un ambiente y unas vistas muy agradables del río Tíber y de los puentes circundantes. El castillo es una fortaleza imponente que se construyó para ser el mausoleo del emperador Adriano. En el puente se observan los candados típicos que los enamorados colocan para hacer que su amor los una para siempre.

Las estatuas de ángeles que flanquean el puente nos despiden para hacer que lleguemos a la iglesia de Sant Giovani del Fiorentini, en el centro de la ciudad.

Para hacerles a los niños más amena la visita, les compramos unos escudos y cascos de gladiadores que venden en las tiendas de souvenirs. El Campo di Fiori y la Piazza Farnese son los últimos espacios que disfrutamos antes de coger el autobús 81 que nos llevó a nuestra morada romana.

DÍA 3. Iglesias, basílicas, plazas y Barrio del Trastevere
Este día se celebraba la Maratón de Roma, miles de corredores que inundaban la ciudad. Este acontecimiento hizo que las líneas de autobuses cambiasen la ruta y que nosotros nos despistáramos un poco.

Tras ubicarnos definitivamente llegamos a la Basílica Santa María Maggiore por la Plaza del Esquilino, desde donde teníamos unas vistas preciosas del área del ábside de la construcción. En el interior del templo destaca su artesonado bañado con el primer oro que vino del Nuevo Mundo y que le regaló Carlos I al Papa. También son de gran interés los mosaicos del siglo V, el monumento funerario de mármol del Papa Sixto V y la tumba de Bernini que se sitúa cerca del altar mayor.

Este día, a diferencia de los anteriores, la temperatura era considerable y el calor hacía mella sobre nosotros. Para evitar andar y ahorrar tiempo, cogimos un taxi que nos acercó hasta la iglesia de Santa María in Cosmedin y Bocca della Veritá. Este pequeño templo bizantino medieval atrae a los turistas por la Boca de la Verdad, una antigua fuente romana con el rostro de un dios y cuya leyenda dice que los mentirosos que metan la mano dentro de la boca serán mordidos por una serpiente. La foto es de carácter obligado y el hecho de meter la mano es algo que le divierte a la vez que asusta a los niños.


Iba llegando la hora de la comida y nos dirigimos al barrio del Trastevere tras cruzar el Ponte Palatino. Entrar en este barrio es saborear el auténtico sabor romano, con sus casas en colores tierra, la ropa tendida en las fachadas y las trattorias tradicionales inundando de olores exquisitos las calles. Las pequeñas plazas se cruzan con puestos de artesanía y con pintores que muestran sus obras a los paseantes.

Comimos en una trattoria, Papa Re, muy recomendable por su carta de platos típicos, su aromático café, su servicio y su buena relación calidad-precio.

Tras reponer energías nos dirigimos a la Piazza di Santa Maria in Trastevere, lugar en el que se sitúa la iglesia del mismo nombre. De su interior destaca el ábside, una obra maestra en una pared curvada cubierta de mosaicos en oro y cristal.

Tras salir de allí, quisimos volver a cruzar el río para dirigirnos a la Piazza Venezia y sus alrededores. Cogimos un taxi para no caminar tanto y llegamos al lugar que destaca por su grandiosidad y por su color blanco, los romanos la llaman “La Tarta”. Es la construcción más grande de la ciudad, un impresionante monumento de mármol blanco dedicado a Vittorio Emmnuele II a caballo. En el recinto se sitúa la tumba del soldado desconocido, flanqueada por militares.

Después de visitar los alrededores y obtener algunas instantáneas que bien pueden ser de postal, volvimos al apartamento para cenar y descansar para afrontar nuestro último día en Roma.

DÍA 4. Coliseo y alrededores
El último día solo contábamos con poder aprovechar la mañana así que nos dirigimos a Termini para dejar en consigna las maletas y desde allí movernos por la ciudad romana antigua. Otro dato: también para la consigna había colas. Y la tarifa no es nada barata, 6 € por maleta las primeras cinco horas, independientemente que la uses por una o por cinco horas.

Desde Termini nos dirigimos en metro al Coliseo que está tan solo a dos paradas. Para los niños es muy atractivo puesto que las historias de gladiadores, leones y emperadores con el dedo hacia abajo les fascinan. El hecho de que en los alrededores hayan hombres vestidos de romanos, crea un ambiente propicio para el poder de la imaginación infantil. Eso sí,  que a nadie se le ocurra hacerles fotos sin pagar porque se ponen de muy mal humor.



No pudimos visitar el interior del Coliseo por falta de tiempo y porque la entrada es combinada con el Foro Romano y el Palatino. De todos modos, en un viaje anterior ya pudimos visitarlos así que son los niños los que se quedan con esa deuda pendiente.
Unas fotos y un paseo fueron suficientes para hacernos una idea de lo impresionante que debió ser la ciudad romana y para apurar el tiempo que teníamos hasta regresar en autobús al aeropuerto de Ciampino desde Termini.


Y esto es todo lo que ha dado de sí nuestra escapada a Roma. Como siempre, se nos quedan visitas atrás pero esa es la excusa que tendremos para volver a esta ciudad que nunca deja de sorprender. La Villa Borghese, los Museos Capitolinos y para los niños el Time Elevator o el Museo Explora son los primeros que tenemos anotados en nuestra lista para volver. ¿Alguien da alguna idea más?

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