A
pocos kilómetros al norte de Sevilla se sitúa Santiponce, un municipio de más
de 8.000 habitantes que alberga atractivos turísticos muy recomendables. Uno
más conocido, Itálica, y otro, más desapercibido para los turistas pero
igualmente impresionante, el Monasterio de San Isidoro del Campo. Ambos
espacios culturales son gestionados por la Consejería de Educación, Cultura y
Deporte de la Junta de Andalucía siendo la entrada gratuita.
Nuestra
visita comenzó en el Monasterio de San Isidoro del Campo. Este enclave
religioso se puede aprovechar para explicar a los niños lo que era un
monasterio, quienes vivían allí y otras cuestiones relativas a la vida monacal.
Existen unas pinturas murales muy atractivas cuyas escenas podemos aprovechar
para enseñarles estas cuestiones. Cuando viajas con niños significa que también
pueden acompañarte otras criaturas que tampoco se quieren perder la escapada.
Pues nada, que aprendan también y que salgan en las fotos.
La
visita al monasterio se inicia con la entrada al conjunto por la parte del
atrio, elemento que nos da a entender el carácter de fortaleza del edificio.
Una vez dentro y tras haber adquirido el ticket, pasamos a la Iglesia. De ella
nos llama rápidamente la atención el Retablo de San Isidoro y San Jerónimo,
obra de Martínez Montañés (s. XVI). También el coro es de destacar y otros
elementos como los libros capitulares.
Al
salir de la iglesia nos encontramos con el Claustro de los Muertos donde priman
los azulejos de gran valor, las pinturas murales y la espadaña que se alza
sobre el claustro. Avanzando nos encontramos con otra de las joyas del
monasterio: El Patio de los Evangelistas. Destacan sus frescos con tonalidades
cálidas, con escenas de los evangelistas y con detalles geométricos.
Continuamos
por el Refectorio, el comedor de los antiguos monjes. En él destaca el gran
mural de la Santa Cena y otras pinturas que bien merecen detenerse a
contemplarlas. Después de esta estancia y tras salir al Claustro de los Muertos
nos encontramos con la Sala del Artesonado en la que hallamos la Biblia del
Oso, la primera traducción de la biblia al castellano. Se le puede mostrar a
los niños el libro para que valoren la importancia de los libros a lo largo del
tiempo y preguntarles el porqué se le llama “del oso”.
Para
terminar el recorrido por el monasterio vemos la Sacristía, la Sala Capitular y
la Capilla del Reservado, un espacio pequeño y recogido, decorado con pinturas
y esculturas en su totalidad, y cuyo retablo también se adjudica a Martínez
Montañés.
Este
monasterio nos ha sorprendido muy gratamente. Su construcción se inició en el
s. XIII por Guzmán el Bueno y continuó con reformas y ampliaciones hasta
el siglo XVIII. Con las Desamortizaciones del siglo XIX sufrió un deterioro y
abandono paulatinos que hicieron que parte del edificio quedara en ruinas. Afortunadamente,
se ha puesto en valor una parte del mismo. Ahora bien, si tenemos en cuenta que
sólo el 25% del conjunto ha sido restaurado nos podemos preguntar, ¿qué otra
joyas hay escondidas tras los muros de este monumental edificio?
Para más información y mayor detalle de los aspectos artísticos, podemos ver este vídeo:
Tras
salir del conjunto monacal, nos dirigimos a la antigua ciudad romana de
Itálica. En ella nacieron tres importantes emperadores romanos: Trajano,
Adriano y Teodosio siendo la primera ciudad romana fundada en Hispania.
Lo
más destacable del complejo es el Anfiteatro, espacio que dedicaban los romanos
a espectáculos de lucha de gladiadores y fieras. Tenía una capacidad para
25.000 personas lo que nos da idea de la importancia de esta ciudad romana. Los
espectadores se distribuían en tres niveles de graderío y contaba con un suelo
de madera que escondía un foso (hoy al descubierto) al servicio de los
gladiadores y de otras personas encargadas de los espectáculos.
Es
muy emocionante recorrer la arena donde lucharon los gladiadores e imaginarse
ese espacio lleno de gente vitoreando al ganador. Los niños prestan mucha
atención cuando les cuentas estas historias de leones, gladiadores, fieras,
espadas y escudos. Merece la pena también adentrarse por los pasadizos
laterales e imaginarse que uno va a tomar asiento en las gradas para presenciar
el “espectáculo”.
Dejamos
atrás el Anfiteatro y nos dirigimos por el Cardo Máximus (calle principal) a
las Domus (casas) de la ciudad. En ellas son destacables los espectaculares
mosaicos como el de la Casa de los Pájaros. Estas casas eran donde habitaban
las familias ricas y contaban con horno de pan, patios y otras estancias de
retiro.
Otro
de los espacios que se puede visitar e imaginarse la buena organización que
tenían los romanos eran las Termas, espacios reservados para el baño con salas
de agua caliente y de agua fría. No llegamos a verlas porque hacía mucho frío
para seguir andando. Fuera del recinto delimitado podemos ver el Teatro, que se
aprovecha en la actualidad para celebrar anualmente el Festival de Teatro de
Itálica.
Las
visitas nos han abierto el apetito así que nos dirigimos a Casa Venancio, justo
enfrente del Conjunto de Itálica. Las carnes a la brasa son su especialidad,
algo que podemos constatar tras degustar un rico secreto ibérico que nos deja muy buen sabor de boca de este municipio del Aljarafe sevillano.
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