lunes, 29 de febrero de 2016

Tenerife en cuatro días

El puente de Andalucía y la Semana Blanca de los colegios e institutos de la provincia de Málaga, nos permite escaparnos unos días y recargar las pilas. Esta vez optamos por Tenerife, las afortunadas islas Canarias que, una vez más, nos demostró que el apelativo no lo tiene por gusto.

Vuelo: Ryanair (Sevilla-Tenerife Sur)
Hotel: Cordial Golf Club Resort 4* (a 8 kilómetros del aeropuerto)
Alquiler de coche en la isla: GoldCar
Parking en el aeropuerto de Sevilla: Parking Venta Bartolo

24 de Febrero
El vuelo lo cogimos de noche desde Sevilla, por lo que nuestro aterrizaje en Tenerife fue para dormir directamente. No sin antes pasar por segunda vez en Canarias por el trago del overbooking hotelero. Nos mandaron a otro hotel situado al lado del que habíamos contratado y al día siguiente volvimos. En estos casos, te suelen compensar y a nosotros nos dieron una habitación de categoría superior a la contratada, las bebidas del comedor y una doble sesión de spa. Si te tomas con filosofía lo del overbooking, sales ganando siempre.

25 de Febrero: Los Cristianos, Costa Adeje, Playa de las Teresitas, Santa Cruz de Tenerife y Candelaria
Una vez alquilado el coche en el aeropuerto de Tenerife, nos dispusimos a conocer los alrededores. Los Cristianos y la Costa Adeje fueron nuestros primeros destinos. Es una zona muy turística orientada principalmente a los alemanes y a los ingleses, mayoría en la zona. El sol no nos decepcionó y la temperatura rondaba los 23ºC, todo un paraíso cuando en la península estaba nevando.


Antes del almuerzo cogimos el coche otra vez para dirigirnos a la capital, Santa Cruz de Tenerife. Después de cruzarla en coche, llegamos al pintoresco barrio de San Andrés donde se sitúa la playa de las Teresitas, destacable por su arena blanca y por los sabrosos pescados que saboreamos en el restaurante de la Cofradía de Pescadores de San Andrés. Es un sitio muy recomendable por la relación calidad-precio.


Ya con el estómago lleno, subimos por la carretera de Igueste de San Andrés para asomarnos a un mirador desde donde hay unas vistas impresionantes de la playa y del entorno de Santa Cruz. Esa carretera te lleva a la entrada de uno de los entornos naturales más bonitos de la isla, el Parque Rural de Anaga.
Sin embargo, nosotros decidimos volver a la capital para conocerla un poco mejor. Dejamos el coche en el parking de la Plaza de España donde hay una oficina de turismo. Desde allí anduvimos por el centro, contemplando edificios, iglesias y haciendo una parada obligada en el parque de García Sanabria, lugar de esparcimiento de los lugareños. Santa Cruz destaca por ser tranquila, en la que parece que no existe el estrés y que acoge al visitante con gran amabilidad.  Saliendo de la ciudad nos detuvimos a admirar el Auditorio, un edificio imponente de Calatrava en el que se dan conciertos y eventos culturales a lo largo de todo el año.



De regreso al hotel, nos paramos en la localidad de Candelaria para visitar la basílica de la virgen del mismo nombre, patrona de Canarias. Es un edificio religioso típicamente isleño y un núcleo de peregrinación durante todo el año.
El día que llegamos empezaba el Carnaval que iba a ser retransmitido por TVE. Elegían a la reina del carnaval y pudimos ver los impresionantes trajes de plumas, lentejuelas y otros tejidos que, horas después, lucirían las chicas que se presentaban como candidatas.
El santuario se sitúa al lado del mar escoltado por las estatuas de los llamados Novenos Menceys, los colonizadores guanches de las Islas Canarias que las habitaban hasta la llegada de los castellanos. Desde este punto se puede contemplar la costa de Candelaria y las playas de arena negra.
Llegados a este punto se nos echó la noche encima y decidimos regresar al hotel para disfrutar de un merecido descanso.



26 de Febrero: Santiago del Teide y puerto,  avistamiento de cetáceos, acantilados de los Gigantes y  Valle de Masca
Tras un suculento desayuno nos dirigimos hacia el acantilado de Los Gigantes para disfrutar de un paseo en barco y divisar la colonia de ballenas y delfines que se hallan aquí todo el año debido a la abundancia de comida que encuentran en las aguas atlánticas.
Bajando por la carretera que nos dirige al Puerto de Santiago es obligada la parada para fotografiar a estos impresionantes salientes que llegan a los 600 metros de altitud. Desde este punto también es posible ver la isla de La Gomera que parece vigilar a los acantilados.



Pues bien, después de pasear por el paseo marítimo del Puerto de Santiago y contemplar su hermosa playa, nos dirigimos a la calle Poblado Marinero desde donde salen las excursiones en barco. La verdad es que merece la pena. La duración del recorrido es de dos horas que te permiten divisar los cetáceos, bañarte en la playa cercana y disfrutar de un aperitivo a bordo. El coste de la actividad es de 15 Euros para los adultos y los niños menores de 5 años no pagan. A nuestros pequeños les encantó la travesía y disfrutaron mucho porque pudimos ver delfines mulares, delfines moteados y ballenas piloto. Y todo ello con el Teide nevado vigilando desde las alturas.











Al salir del barco comimos en el restaurante Casa Antonio que se encuentra en el mismo puerto. Pudimos saborear unas papas arrugás exquisitas, unas tapas bien servidas y los sabores típicos de la isla.
Después de reponer fuerzas, nos dirigimos por Santiago del Teide hacia Masca, un caserío que se sitúa en el Parque Rural de Teno y que conserva unos paisajes espectaculares. Palmeras datileras, vegetación exuberante y un pasado guanche que lo tenían como lugar de veneración a los dioses. Se esconde en lo alto de un barranco y es uno de los puntos que más nos impresionó del viaje puesto que la carretera es serpenteante por la montaña y, en ocasiones, no puedes pasar de los 20 kilómetros por hora. Eran las cinco de la tarde y empezamos a notar el cambio brusco de tiempo que caracteriza a Tenerife. Las nubes bajaban por los barrancos a una velocidad brutal y en cuestión de segundo pasamos de un tiempo despejado a estar sumergidos en las nubes. Debido a este tiempo, volvimos por donde vinimos tras visitar el mirador de la Cruz de Hilda, a pocos kilómetros de Masca. Tras pasar nuevamente por esta carretera que garantiza emociones fuertes, regresamos al hotel y pusimos punto y final al día.

  

27 de Febrero: Subida al Teide, Vilaflor y Santiago de La Laguna
¡Como irse de Tenerife y no subir al Parque Nacional del Teide! Pero, ¿a qué no saben que los accesos a la montaña estaban cortados por el hielo y la nieve? Pues sí, así era. Sin embargo, el Cabildo puso autobuses (algo que sucedía por primera vez en la historia) que subían gratuitamente desde Vilaflor hasta los teleféricos del Teide. Y parece ser que los lugareños no habían visto nunca la nieve porque se formaron colas kilométricas protagonistas de las noticias de Antena 3 y portada de los diarios locales y, ¡allí estábamos nosotros! Tras esperar a la guagua como una hora, pudimos subir y contemplar las Cañadas, los Roques de García, el parador y lo más espectacular, la estampa del Teide nevado junto al paisaje volcánico que le quedaba a los pies. En el cono había ventisca por lo que decidimos no coger el teleférico y aprovechamos para tirarnos bolas de nieve y jugar a una temperatura bajo cero.

  
La bajada con la guagua estaba mucho más despejada. Lo hicimos sin problemas y sin esperar colas. Una vez abajo, nos dimos un paseo por Vilaflor, municipio que destaca por tener un espacio natural de paisaje lunar y por ser uno de los accesos al Parque Nacional del Teide. También es conocido por sus restaurantes de comida tradicional canaria, especialmente el Casa Pana con premios y reconocimientos por sus platos elaborados a la manera isleña. Teníamos que esperar una hora para poder comer en su local así que cambiamos y almorzamos en el Restaurante Teide Flor a la entrada el pueblo donde destacan sus quesos al horno con mojo picón y mojo verde.
Después de una pequeña sobremesa cogimos nuevamente el coche con dirección a La Laguna. Esta es una localidad cerca de Santa Cruz que presume de tener un centro histórico Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sus edificios inspiraron a los colonizadores españoles en América y parece que estemos en una ciudad de Iberoamérica. La catedral, su emblemática iglesia de la Concepción y sus casas-palacio bien merecen una visita. Las calles más populares son Herradores y la Carrera, flanqueadas por tiendas y cafeterías de lo más variopintos, al igual que las ventanas de sus edificios. Una cosa a tener en cuenta, es una de las ciudades más frescas de la isla y pudimos dar fe de ello, hacía un viento y una temperatura que pareciera que nos estábamos en Canarias. Ese día se celebraba una carrera urbana nocturna y se veía mucho ambiente deportivo en la ciudad. Debido a las bajas temperaturas decidimos regresar al hotel y dar por finiquitada la jornada.

            

28 de Febrero: Garachico, Icod de los Vinos, Puerto de la Cruz y vuelo de regreso.
En algún lugar leímos que Garachico merecía una parada y allá que nos fuimos, dirección norte. Pasamos, entre otros, por Santiago del Teide y El Tanque, hasta llegar a una carretera que iba bajando a nuestro destino y cuyos paisajes quitaban el hipo. Garachico es un pueblo con encanto y tranquilo, surgido de la lava de la última erupción, con piscinas naturales estupendas y con el Roque de Garachico, símbolo del lugar. Tiene espectaculares acantilados donde el viento y las olas se dejan sentir y unos miradores que dejan sin aliento. Su pasado como puerto importante se deja sentir en edificaciones como el castillo de San Miguel o Puerta de Tierra. Pasear por sus calles te hace trasladarte a ciudades como La Habana o Trinidad. Cuenta con tiendas de artesanía, tabaco, vinos y productos canarios que hacen las delicias de todo turista. Esta es una zona platanera y se pueden visitar algunas plantaciones y conocer cómo es el proceso de la cría y recogida de este manjar canario que se cultiva mirando al Atlántico con unos contrastes de azules, turquesas y negro volcánico que lo hacen singular.

  

Aunque hubiésemos querido estar más tiempo en este idílico pueblo, nos comimos unos bocatas rápidos para poder aprovechar y continuar hacia otra joya, Icod de los Vinos. Este pueblo de casas bajas, con balcones, techos de madera y callejuelas empedradas representa la arquitectura canaria más típica. En sus tierras sigue creciendo el Drago Milenario, una de las piezas más antiguas que se conocen y punto de atracción del lugar. Otro atractivo es el Mariposario o las tiendas de productos delicatessen canarios (mojo, miel de palma, quesos, vinos,..) que organizan catas de degustación. Este municipio es conocido también por su apoyo al arte. Suele haber exposiciones de pintura y escultura de los estilos más variopintos que completan la oferta cultural de Icod.


   

Tras un café en una terraza de la plaza del centro, procedimos a continuar con nuestra visita programada para hoy. Ahora tocaba el punto más turístico del norte de Tenerife, Puerto de la Cruz. Es un lugar lleno de gente a cualquier hora y que tiene una infinita oferta de ocio para todo tipo de público. Sus playas son de arena negra volcánica pero son muy pequeñas por lo que lo más recomendable es darse un chapuzón en los Lagos Martiánez o visitar el Loro Parque, el principal punto turístico de toda la isla por el número de turistas que recibe.
Y llegó la hora de nuestro regreso. Debíamos bordear la zona norte y noreste de la isla hasta llegar al aeropuerto donde entregamos el coche de alquiler y nos dispusimos a coger el avión de vuelta. La Punta del Viento nos despide desde tierra hasta la próxima.




Otro viaje, una experiencia más que nos llevamos en la mochila de recuerdos. Somos viajeros, no turistas y por eso hemos conocido Tenerife con ojos curiosos aislados de los lugares más bulliciosos. Después de dar la vuelta completa a la isla, nos han sorprendido los contrastes atmosféricos, nos han gustado la gastronomía isleña, sus gentes y nos han faltado lugares por conocer como la Orotava, adentrarnos por el Parque Anaga o profundizar en el Parque Nacional del Teide. Pues, como siempre decimos después de un viaje, volveremos.