Nuestro
viaje a Edimburgo empezó un viernes por la tarde y terminó el lunes por la
noche. El tiempo suficiente para conocer la ciudad caledonia, la de los enigmas
escondidos, la de las gaitas melancólicas, la de los rincones frondosos.
EL VUELO
Volamos
desde Málaga. Nuestra primera odisea fue encontrar el Parking Mediterráneo,
donde dejamos el coche. Está situado en la Barriada Zapata, un lugar perdido
entre caminos y carreteras sin terminar próximas al aeropuerto. Dejar el coche aquí compensa porque es
económico, pero más vale buscarlo antes con el GPS para no perderse.
El
vuelo salía a las 21:20 de la noche con Ryanair. Para que los niños cenaran
durante el vuelo, llevaba preparado unos sandwiches que se comieron de buena
gana una vez despegamos. Eran tres horas de avión y debía tener entretenidos a
la tropa menuda. Así que llevaba ceras de colores, cuadernos para colorear y
chuches. El vuelo se hizo corto y llegamos a nuestro destino a la hora
prevista. Tomamos un taxi hasta el apartamento que teníamos contratado (coste
de 18 libras) y en quince minutos estábamos instalados.
LA CIUDAD
Edimburgo
es una ciudad misteriosa coronada por infinidad de chimeneas que le dan un aire
todavía más fantasmagórico. Está repleta de callejones melancólicos, rincones
escondidos, cementerios con jardines inquietantes, bosques frondosos, museos
gratuitos y gente cordial que te presta ayuda amablemente.
La
arteria principal que divide la ciudad es la Royal Mile, una calle de casi dos
kilómetros, que divide la ciudad entre la Old Town y la New Town, ambas partes
de obligada visita. Conecta el Castillo con el Palacio de Holyroodhouse y es un
lugar lleno de gente, de turistas y de tiendas de souvenirs y productos
locales.
Generalmente
está lloviendo por lo que hay que ir equipado con chubasquero o paraguas. Pero
sus temperaturas no son tan frías como correspondería a la latitud en la que se
sitúa.
EL APARTAMENTO, SU SITUACIÓN Y OTROS
DATOS DE INTERÉS
El
apartamento se encuentra a unos cinco minutos andando de la estación de tren de
HayMarket. Desde este punto, se pueden coger trenes a otras ciudades que
visitar (Stirling, Melrose,..) o autobuses de la compañía Citylink. Se sitúa al
este de la ciudad y está muy bien comunicado por autobús con todas las zonas,
incluyendo el aeropuerto. Andando está a unos 20 minutos del Castillo de
Edimburgo y de la Royal Mile.
Está
muy bien amueblado, todo nuevo y equipado con electrodomésticos de todo tipo
(lavavajillas, plancha, secador, microondas, horno y vitrocerámica). El
personal de recepción es muy amable, te ayuda en todo lo que necesites. Para la
basura hay un contenedor justo en la puerta y, por si tienes que usarlo, existe
un servicio de lavandería y de consigna.
El
precio, para las cantidades que se manejan en los hoteles, está bastante bien.
Sobre todo si establecemos una relación calidad-precio. La noche puede salir en
torno a 135 €.
Para
comprar existe un supermercado Tesco a tan sólo tres minutos andando. Tiene de
todo, incluso comidas preparadas por si no se quiere hacer mucho uso de la
cocina. El horario es de 6 a 23 horas. Es autoservicio y se paga en unas cajas
automáticas.
La parada del autobús se encuentra enfrente del supermercado,
muy cerca de nuestra residencia. Las líneas de autobuses son el 1, 34 y 35.
Cogimos los dos últimos varias veces y también para ir al aeropuerto (número
35). Los niños menores de 5 años no pagan. El billete sencillo cuesta 1,50 ₤ y el Day
Ticket (viajes ilimitados en los autobuses Lothian) 3,50 ₤, por lo que merece la pena sacar este último.
Si se quiere coger un taxi desde la zona del centro al
apartamento, el precio puede rondar las 6 ₤.
DÍA 1, 17 DE MAYO: OLD TOWN
El Castillo de Edimburgo es el monumento
que elegimos visitar en primer lugar. Desde nuestro apartamento estaba a unos
veinte minutos andando y allá que nos fuimos con nuestros respectivos niños y
sillitas incluidas. Antes de iniciar la subida, nos encontramos con un mercado
de productos escoceses. Es el Farmer´s Market que se instala los sábados
por la mañana para dar a conocer productos ecológicos y artesanales. Puedes
encontrar quesos estupendos de la Isla de Arran, mermeladas de todas las frutas
y verduras imaginables y carnes de venado. Te dan a probar, y si te gusta algo,
lo compras.
La
visita al castillo, después de la subida a pie y de pasar la explanada de
entrada, se inicia con una cola para comprar los tickets. Aconsejo no ir muy
tarde para ahorrarse largas colas. La entrada al castillo es un poco cara, 16 ₤ para los adultos. Los niños hasta los 5 años no
pagan. Si se quiere audioguía hay que pagan un suplemento aparte. El precio me
parece excesivo para lo que te muestran en el interior. Si no os interesan
demasiado los castillos, los reyes ni el ejército, os recomiendo que os deis
una vuelta por la explanada anterior a la fortaleza; hacéis unas fotos, os
inundáis del ambiente turístico y cogéis dirección a otro punto de la ciudad.
Eso sí, no
dejéis de hacer fotos desde la explanada del castillo. Se tienen buenas vistas
de la ciudad.
Si decidís
entrar, las partes más interesantes para visitar son Las insignias del Reino, donde se muestra la historia de la joyas
de la corona escocesa (Piedra del Destino, Corona, Cetro, Vaina y Cinto), las prisiones de guerra, la capilla de Santa
Margarita y The Royal Palace - donde se pueden ver las batallas más
importantes en las que han luchado los soldados escoceses y una hornacina en
honor de los caídos-. La duración de la visita es de dos a tres horas.
A los
niños les llama especialmente la atención los cambios de guardia que se
producen cada hora en punto y el cañonazo de las 13:00 horas. También pueden
pedir a un guardia hacerse una foto cuando no estén en su puesto.
Después de
imbuirnos de la historia de la realeza escocesa, nos dirigimos a la Royal Mile.
Pasando por The Hub observamos una antigua iglesia reconvertida en la
sede del Festival Internacional de Edimburgo, que se celebra en el mes de
agosto. Es un edificio gótico que cuenta con la torre de aguja más alta de la
ciudad. Siguiendo hacia abajo, y a poca distancia, tenemos la estatua de David
Hume. Como podrás comprobar tiene el dedo del pie muy brillante puesto que la
tradición dice que da suerte en los estudios. Por la zona escucharás gaitas y
barullo de gente, puesto que es una zona muy transitada.
Enfrente
se encuentra la Catedral de St. Giles.
Es de entrada gratuita pero se pagan 2 ₤ como
permiso para hacer fotos y 3 ₤ si se
quiere contratar una audioguía. Es una catedral pequeña, de cinco naves, de
estilo gótico en su mayoría. Está consagrada a San Gil, patrón de los leprosos.
Tiene unas maravillosas vidrieras que le da al lugar un colorido precioso. En
la nave central se encuentra una estatua de John Knox, líder de la Reforma
Escocesa. Merece la pena visitar, dentro de la catedral, la Capilla del
Cardo (Thistle Chapel). Puedes dar un donativo de 2 ₤ y jugar a encontrar los tres angelitos tocando
ciertos instrumentos, uno de ellos tocando la gaita. Es una capilla recogida, construida
en estilo gótico durante el siglo XX, con imponentes vidrieras y un coro digno
de admirar.
El horario
de la catedral es de 9 a 17 horas de lunes a sábado y de 13 a 17 los domingos.
Se tarda menos de una hora en visitarla.
Cuando
salimos de la catedral nos dirigimos hacia Victoria Street. Es una calle
muy pintoresca con tiendas de todos los colores. En ellas puedes encontrar
desde libros antiguos hasta ropa de segunda mano, pasando por artículos de
broma. Bajando la calle llegamos hasta la plaza de Grassmarket, un punto
importante de encuentro en la ciudad. Allí puedes comer en uno de sus bares o
tomarte una pinta de cerveza para hacer un alto en el camino. Hay un ambiente
festivo en las terrazas, algo que contrasta con su pasado tenebroso. En esta
plaza, durante la Edad Media, se llevaban a cabo las ejecuciones. La gente era
testigo de ahorcamientos y torturas. En el centro de la plaza hay un adoquín en
forma circular con una cruz que marca el lugar exacto de esos “espectáculos”.
Pudimos
visitar tantas cosas porque los niños se habían dormido en las sillitas. Llegó
la hora de comer –hora española-, y regresamos a nuestro apartamento situado en
la zona de Haymarket. Tomamos las calles West Port, Lothian Street,
Fountainbridge, Grove Street y Brandfield Street, en la que se encuentra
nuestro apartamento. Reponer fuerzas
para seguir en la brecha.
Habiendo
descansado un poco, sillitas y niños en ristre, nos disponemos a seguir
conociendo Edimburgo. Nos dirigimos a un lugar especial: el Cementerio de Greyfriars. Es un
camposanto muy peculiar y lleno de historias, tiernas y macabras. La más famosa
hace referencia a otro personaje famoso de la ciudad, el perrito Bobby.
Fue un terrier que vivió en el siglo XIX y que, tras morir su dueño, lo veló
durante doce años; murió en la propia tumba de su amo. En su honor, se erige un
monumento en el que se ensalza la fidelidad del perro. Encontraréis siempre
peluches, palos de madera y otros objetos que dejan los visitantes para el
perro. A los niños les gusta mucho esta historia cargada de ternura. La película
de Disney “Greyfriars Bobby” está inspirada en estos hechos.
Este
cementerio con aspecto lúgubre y misterioso, que bien merece un paseo, tiene
historias de fenómenos sobrenaturales y de películas de miedo. Podéis ver que
hay tumbas rodeadas de rejas pero esto no es casual. En la Edad Media había
“robacadáveres”, ladrones que se dedicaban a vender los cuerpos a la Facultad
de Medicina para la investigación; por ello, los familiares de los difuntos no
tenían más remedio que rodear las sepulturas con esas rejas.
Al salir
del cementerio y enfilando la calle George IV Bridge, podemos ver una
escultura del perrito Bobby. Es muy típico hacerse fotos con uno de los canes
más famosos del mundo.
En esta
calle se encuentra la cafetería donde J.K. Rowling empezó a escribir Harry
Potter. El local se llama The Elephant House, es pequeño y pintado de burdeos.
Podrás observar que siempre hay muchos curiosos mirando a través de los
cristales.
Siguiendo
por la misma vía llegamos a la calle principal, Royal Mile. Sigue conservando el encanto medieval con sus
edificios de poca altura, sus tiendas de recuerdos y los llamados closes. Son
callejones que se adentran hacia “patios de vecinos” encantadores donde se sale
del bullicio para respirar paz y tranquilidad. Hay algunos especialmente
bonitos como el White Horse situado en el número 27, en la parte denominada
Canongate.
Justo
antes de llegar a ese punto, se encuentra la Iglesia de Canongate, un
templo presbiteriano en el que se encuentra la tumba de Adam Smith. Antes de
entrar nos llamará la atención una estatua. Está dedicada al poeta escocés
Robert Fergusson. Siguiendo la calle y en la acera de enfrente, podemos ver un
edificio que rompe con el entorno. Se trata del Parlamento de Escocia,
un edificio polémico por su estilo y características. Acoge a los
parlamentarios en un ambiente de modernidad y con las últimas tecnologías
posibles. Se puede visitar con un tour guiado o solicitando asistir a una
sesión plenaria. De todos modos, salvo que os guste mucho la arquitectura, no
merece la pena su visita.
Delante
del Parlamento, se alza otro de los edificios más turísticos de la ciudad: El Palacio de Holyroodhouse. Su horario
es de 9:30 a 18:00 horas. En los días de nuestra estancia estaba cerrado,
aunque desconocemos el motivo.
Nos
quedamos con las ganas de visitarlo porque dicen que merece la pena. Cuenta con
una decoración interior muy suntuosa, con muebles y tapices antiguos. Es de
destacar la “Great Gallery”, una grandiosa estancia en la que la reina recibe a
las visitas oficiales. El Palacio sigue en uso puesto que es la residencia
oficial de la reina cuando se encuentra en Escocia.
Desde
el punto donde nos encontramos podemos ver la colina de Arthur´s Seat. Es un
promontorio volcánico con unas vistas estupendas de la ciudad. Si tenéis ganas
y tiempo de andar, una hora de subida y otra hora de bajada. Las vistas seguro
que merecen la pena.
Nos
hemos recorrido a pie la “milla” que tiene la Royal Mile, así que decidimos
coger un taxi. Nos dirigimos ahora a la Charlotte
Square, en la New Town. Es una
plaza cuadrada rodeada de residencias elegantes y de gente sofisticada. Nos
compramos un helado y enfilamos una calle peatonal, Rose Street. Sus
múltiples bares y los adornos de banderitas, dan a la calle un ambiente
festivo. Restaurantes de todas las nacionalidades y estilos se recortan a ambos
lados de la calle. Paseando llegamos a la otra arteria principal de la ciudad, Princess Street. Es la calle comercial
por excelencia. Podemos encontrar tiendas internacionales y comercios locales.
Está repleta de gente comprando y de autobuses que van y vienen continuamente.
Los jardines merecen la pena. Son alargados y albergan, además de ardillas y
otros animales, la Scottish National
Gallery. Se trata de un edificio neoclásico que acoge una importante
colección de pintura y escultura con estilos que van, desde el Renacimiento
hasta el Posimpresionismo. La entrada es gratuita y, pese a que nos encantaría
haber estado, lo aplazamos para otro viaje.
A
pocos metros de allí, nos encontramos con una torre gótica en la que descansa
una escultura dedicada al escritor Walter Scott. Se puede ascender por
su escalera de caracol hasta la cúspide y contemplar, después de subir más de
200 escalones, Edimburgo desde las alturas .
Aunque
al final decidimos no hacerlo, nos planteamos realizar un tour nocturno con
guía en español de la empresa Mercattours.
Realizan una ruta de poco más de una hora por cementerios y lugares lúgubres de
la ciudad. Hacen una ambientación fantasmagórica que es muy atractiva para toda
la familia. Empieza a las 19:30 horas.
Como
puede deducirse, estamos cansados tras el día tan intenso. Hemos disfrutado en
familia haciendo lo que más nos gusta. Ahora toca cenar y descansar.
DÍA 2: 18 DE MAYO,
CAMBIO DE PLANES
Este
día era domingo. Pensábamos ir por la mañana a Stirling y nos dirigimos a la
estación Haymarket –a cinco minutos andando-. Tuvimos que cambiar los planes
porque no había autobuses (por ser domingo) y el tren hacía trasbordo y no nos
interesaba el horario.
El
cambio de planes nos llevó a elegir la visita del yate real Britannia. Cogimos el autobús 34 que nos llevó a la Ocean
Terminal, en el barrio de Leith. Es la última parada así que no tiene pérdida. Al
barco se accede por la segunda planta de un centro comercial que se encuentra
en la zona.
Este
barco ha sido testigo, hasta 1997, de viajes de placer de la familia real
británica. Entre los viajes más sonados, se encuentra la luna de miel de Lady
Di y el príncipe Carlos. También han formado parte de sus ocupantes,
personalidades como Nelson Mandela o Bill Clinton. Hoy día es una atracción
turística muy visitada por los británicos.
Y un buen modo de reconvertir un barco obsoleto, en una fuente de
ingresos para la ciudad. La visita al barco dura en torno a dos horas. Se
pueden ver todas las partes, incluyendo las habitaciones privadas de la reina y
del resto de la familia real. En la parte de descanso de la tripulación, existe
un pequeño bar en el que se pueden hacer fotos con las gorras de los oficiales.
Para
los niños es muy entretenida la visita. Los menores de cinco años no pagan. Si
los niños tienen entre 5 y 17 años, el precio es de 6,5 ₤. Para los adultos, se eleva a 12 ₤.
Más o menos dos horas después, estábamos
volviendo al centro en el mismo autobús. Es interesante sentarse en la planta
alta, en primera fila, para contemplar los lugares por los que pasa. El barrio
de Leith, los alrededores de la colina de Calton, la animada Princess Street
con gente entrando y saliendo de los comercios
-abren incluso los domingos -, la bajada por la calle Lothian y llegada
a nuestra parada.
El hambre aprieta así que nos apresuramos para
llegar al apartamento y comer tranquilamente como si estuviésemos en casa.
Tras una sobremesa de café, nos dirigimos a la
aldea Dean Village. Cogimos el
autobús y nos bajamos al lado de la iglesia de St. John. El templo, de estilo gótico,
fue construido en el siglo XIX y destacan sus magníficas vidrieras. La guía que
se puede coger en la entrada argumenta que son los mejores vitrales de toda
Escocia. Junto a la iglesia hay algunas tiendas de comercio justo y ONGs que
venden productos para asociaciones benéficas. Junto a la iglesia, hay otro
cementerio que bien vale otro paseo.
Una vez que cruzamos la calle, nos dirigimos a
Dean Village pasando por Queenferry Street. Nos detenemos una vez llegamos al
Dean Bridge y bajamos por la calle anexa. El paisaje que se abre ante nosotros
es de postal. Parece como si se retrocediera en el tiempo. Una aldea medieval
se presenta ante nuestros ojos, cruzada por el río Leith y por una fresca
vegetación que nos envuelve. Un poco más adelante nos encontramos un edificio
de ladrillo rojo con ropa tendida en un patio de vecinos central. Parece
increíble que nos encontremos en una gran ciudad. En ningún momento se deja de
escuchar el murmullo del río. Nos adentramos en el paseo Water of Leith,
una ruta que bordea el río, en dirección The Scottish National Gallery of
Modern Art - centro con obras de Velázquez, Van Gogh o Picasso-. El paseo
es más que bucólico. A los niños les gusta echar de comer a los patos y es un
placer encontrarse con cascadas en plena ciudad. Totalmente recomendable y
menos turística que otras zonas.
Partimos con la intención de coger un autobús de
vuelta. De camino, pasamos por el cementerio Dean, un camposanto en el que
siguen enterrando a los difuntos. Es muy grande y está al lado del Stewart's Melville College, edificio estudiantil antiguo, al estilo de
Harry Potter. Enfrente, hay una parada de autobús y cogemos el número 41. Nos
bajamos en George IV Bridge, pasamos por Victoria Street y volvemos a Grassmarket para seguir hasta el apartamento. Ha sido otro día ajetreado, cenamos,
nos duchamos y ¡a dormir como un lirón!.
DÍA 3: APROVECHANDO LA JORNADA DE REGRESO
Hoy regresamos. Es
nuestro último día en esta ciudad mágica que nos está enganchando con su
misterio y encanto. El vuelo sale a las 16:30 y podemos aprovechar toda la
mañana.
Tomamos el autobús y
nos bajamos al lado de Calton Hill. Es una colina en pleno centro desde
la que se tienen unas vistas espectaculares. La colina está coronada por el National
Monument, un templo inacabado que simula al situado en la Acrópolis de
Atenas y por el Nelson Monument. Para los niños es muy divertida la
subida y una vez arriba, les suele gustar las vistas y jugar en el césped. Pero
lo más atractivo para ellos es el cañón de Felipe IV, perteneciente a la
monarquía española pero que, tras viajar por varios lugares del mundo, terminó
colocado en esta colina. Con una foto familiar, tomada por una de tantas
japonesas, termina nuestra visita a la cúspide de la ciudad.
Bajamos tranquilamente.
Nos tomamos nuestro tiempo con un helado artesanal en la mano. Cruzamos North
Brigde y llegamos a nuestro último destino: The National Museum of Scotland.
Está dedicado a la historia, personas, geología, fauna, flora y la cultura de
Escocia. En él se encuentra disecada la famosa oveja Dolly. A los niños les
encantó porque es muy interactivo. Muestra elementos que les atraen
especialmente como animales disecados, estrellas del universo, trenes, coches
de carreras a los que pueden subir, etc. El Museo, además de ser gratuito,
cuenta con una tienda especializada de artículos didácticos para niños que se
convierte en blanco para los más pequeños. Con una compra, terminamos la visita
a este museo que tanto nos gustó.
Y ya de regreso al
apartamento recogemos las maletas y, desde lo alto del autobús 35, nos vamos
despidiendo de la ciudad y de la gente que nos han cautivado. Partimos con la
promesa de regresar para conocer mejor este apasionante país, con tradiciones
ancestrales y unos paisajes impresionantes.